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El don de lenguas

El don de lenguas era una capacidad sobrenatural divinamente otorgada para hablar en un idioma humano que no había sido aprendido por el que lo hablaba. De acuerdo al apóstol Pablo, cuando los creyentes ejercían el don de lenguas en la Iglesia, tenían que hablar uno a la vez, y sólo dos o tres tenían que hablar en un servicio dado (1 Co. 14:27). Además, cuando las lenguas eran habladas en la Iglesia, tenían que ser interpretadas por alguien con el don de interpretación para que los otros pudieran ser edificados por el mensaje dado por Dios (1 Co. 14:5, 13, 27). De esta manera, las lenguas no servían como un idioma privado de oración, sino que más bien—al igual que todos los dones espirituales—como un medio mediante el cual uno podía servir y edificar al cuerpo de Cristo (1 Co. 12:7; 1 P. 4:10).

LAS LENGUAS «CESARÁN»

En 1 Corintios 13:8 Pablo hizo una afirmación interesante, casi sorprendente: «El amor nunca
deja de ser; pero si hay dones de profecía, se acabarán; si hay lenguas, cesarán; si hay
conocimiento, se acabará» (énfasis en el original). En la expresión «el amor nunca deja de ser»,
la palabra griega traducida «deja de ser» quiere decir «podrirse» o «ser abolido». Pablo no estaba diciendo que el amor es invencible o que no puede ser rechazado. El estaba diciendo que el amor es eterno—que será aplicable para siempre y nunca será obsoleto. No obstante, las lenguas «cesarán». El verbo griego usado en 1 Corintios 13:8 quiere decir «cesar permanentemente», e implica que cuando las lenguas cesaron, nunca volverían a comenzar.

Aquí está la pregunta que este pasaje presenta para el movimiento carismático contemporáneo: si las lenguas iban a cesar, ¿ya ha sucedido eso, o es aún futuro? Los creyentes carismáticos
insisten en que ninguno de los dones ha cesado aún, y por lo tanto el cese de las lenguas es aún
futuro. La mayoría de los no carismáticos insisten en que las lenguas ya han cesado, habiendo
terminado con la época apostólica. ¿Quién está bien?

Debe notarse que 1 Corintios 13:8 por sí mismo no dice cuando iban a cesar las lenguas. Aunque
1 Corintios 13:9, 10 enseña que la profecía y el conocimiento acabarán cuando lo «perfecto»
(esto es, el estado eterno) viene, el lenguaje del pasaje—particularmente la voz media del verbo
griego traducido «cesará»—coloca a las lenguas en una categoría independiente de estos dones.
Pablo escribe que mientras que la profecía y el conocimiento se «acabarán» (voz pasiva) por «lo
perfecto», el don de lenguas «cesará» en y por sí mismo (voz media) previo al tiempo de que «lo
perfecto» llegue. ¿Cuándo se llevó a cabo este cese de lenguas? La evidencia de la Escritura y la
historia indican que las lenguas cesaron en la época apostólica.

EVIDENCIA DE LA ESCRITURA

¿Qué evidencia bíblica o teológica hay de que las lenguas han cesado? En primer lugar, el don de
lenguas era un don milagroso, de revelación, y la época de los milagros y la revelación terminó
con los apóstoles. Los últimos milagros registrados en el Nuevo Testamento ocurrieron alrededor
del 58 d.C., con las sanidades en la isla de Malta (Hch. 28:7–10). Del 58 al 96 d.C., cuando Juan
terminó el libro de Apocalipsis, ningún milagro se registra. Los dones milagrosos como las
lenguas y la sanidad son mencionados únicamente en 1 Corintios, una de las primeras epístolas
escritas. Dos epístolas que se escribieron más tarde, Efesios y Romanos, discuten los dones del
Espíritu a detalle—pero no se hace mención alguna de los dones milagrosos. Para ese entonces
los milagros ya se veían como algo en el pasado (He. 2:3–4). La autoridad apostólica y el
mensaje apostólico ya no necesitaban más confirmación. Antes de que el primer siglo terminara,
el Nuevo Testamento había sido escrito en su totalidad y estaba circulando por las Iglesias. Los
dones de revelación habían dejado de servir propósito alguno. Y cuando la época apostólica
terminó con la muerte del apóstol Juan, las señales que identificaban a los apóstoles ya habían
pasado a la historia (cp. 2 Co. 12:12).

En segundo lugar, las lenguas tenían la intención de ser una señal para la Israel incrédula (1 Co.
14:21–22; cp. Is. 28:11–12). Significaban que Dios había iniciado una nueva obra que incluía a
los gentiles. El Señor ahora hablaría a todas las naciones en todo idioma. Las barreras habían
sido derribadas. Y entonces el don de lenguas simbolizaba no sólo la maldición de Dios sobre
una nación desobediente, sino también la bendición de Dios sobre el mundo entero.
Las lenguas eran por lo tanto una señal de transición entre el Antiguo y el Nuevo Pacto. Con el
establecimiento de la Iglesia, un nuevo día había llegado para el pueblo de Dios. Dios hablaría en
todo idioma. Pero una vez que el periodo de transición había quedado en el pasado, la señal ya
no era necesaria.

En tercer lugar, el don de lenguas era inferior a otros dones. Fue primordialmente dado como una
señal (1 Co. 14:22) y también era fácilmente usado de manera errónea para edificar a la persona
misma (1 Co. 14:4). La Iglesia se reúne para la edificación del cuerpo, no para la gratificación
personal o búsqueda de experiencias personales. Por lo tanto, las lenguas tenían uso limitado en
la Iglesia, y nunca tuvo la intención de ser un don permanente.

EVIDENCIA DE LA HISTORIA

La evidencia de la historia también indica que las lenguas han cesado. Es significativo que las
lenguas sólo son mencionadas en los primeros libros del Nuevo Testamento que fueron escritos.
Pablo escribió por lo menos doce epístolas después de 1 Corintios y nunca volvió a mencionar
las lenguas. Pedro nunca mencionó las lenguas; Santiago nunca mencionó las lenguas; Juan
nunca mencionó las lenguas; ni Judas las mencionó. Las lenguas aparecieron sólo brevemente en
Hechos y 1 Corintios conforme el nuevo mensaje del evangelio estaba siendo esparcido. Pero
una vez que la Iglesia fue establecida, las lenguas ya no existían. Dejaron de existir. Los libros
que se escribieron más tarde en el Nuevo Testamento no vuelven a mencionar las lenguas, y
tampoco nadie lo hizo en la época post-apostólica.

Crisóstomo y Agustín—los más grandes teólogos de las Iglesias oriental y occidental—
consideraron que las lenguas eran obsoletas. Escribiendo en el siglo cuarto, Crisóstomo afirmó
categóricamente que las lenguas habían cesado para ese entonces y describió el don como una
práctica oscura. Agustín se refirió a las lenguas como a una señal que fue adaptada a la época
apostólica. De hecho, durante los primeros quinientos años de la Iglesia, las únicas personas que
dijeron haber hablado en lenguas eran seguidores de Montano, quien era considerado un hereje.
La siguiente ocasión en la que algún movimiento significativo de hablar en lenguas se originó
dentro del cristianismo, fue a finales del siglo diecisiete. Un grupo de protestantes militantes en
la región Cevennes del sur de Francia comenzó a profetizar, experimentar visiones, y hablar en
lenguas. El grupo, algunas veces llamado los profetas de Cevennol, es recordado por sus
actividades políticas y militares, no su legado espiritual. La mayoría de sus profecías no fueron
cumplidas. Este grupo era violentamente anticatólico romano, y promovió el uso de la fuerza
armada en contra de la Iglesia Católica Romana. Muchos de ellos fueron entonces perseguidos y
matados por Roma.

Al otro extremo del espectro, los Jansenistas, un grupo de personas que era leal al catolicismo
romano y que se opuso a la enseñanza de los reformadores de la justificación por la fe, también
dijo ser capaz de hablar en lenguas en los 1700s.

Otro grupo que practicó una forma de lenguas fue los Shakers (sacudidores), una secta
norteamericana con raíces quáqueras que floreció a mediados de los años 1700s. La Madre Ann
Lee, fundadora de la secta, se consideraba a sí misma el equivalente femenino de Jesucristo. Ella
decía poder hablar en setenta y dos idiomas. Los Shakers creían que las relaciones sexuales eran
pecaminosas, aún dentro del matrimonio. Hablaban en lenguas mientras que bailaban y cantaban en un estado semejante al de un trance.

Después, a principios del siglo diecinueve, el pastor escocés presbiteriano Edward Irving junto
con miembros de su congregación practicaron el hablar en lenguas y profetizar. Los profetas
Irvingitas frecuentemente se contradecían unos a otros, sus profecías no se cumplían, y sus
reuniones se caracterizaban por desenfreno. El movimiento fue desacreditado aún más cuando
algunos de sus profetas admitieron falsificar profecías y otros aún atribuyeron su «don» a
espíritus malignos. Este grupo eventualmente se volvió la Iglesia Católica Apostólica, la cual
enseñaba muchas doctrinas falsas, adoptando varias doctrinas católico romanas y creando doce oficios apostólicos.

Todas estas supuestas manifestaciones de lenguas fueron identificadas con grupos que eran
herejes, fanáticos o no ortodoxos. El juicio de creyentes bíblicamente ortodoxos que fueron sus
contemporáneos fue que todos esos grupos eran aberraciones. Claro que eso también debería de ser el juicio de cualquier cristiano que se preocupa por la verdad. De esta manera, concluimos
que desde el final de la época apostólica hasta el principio del siglo veinte no hubo ocurrencias
genuinas del don de lenguas del Nuevo Testamento. Habían cesado, como el Espíritu Santo dijo
que sucedería (1 Co. 13:8). El don de lenguas no es para el día de hoy.

Adaptado de John MacArthur, Diferencias doctrinales entre los carismáticos y los no carismáticos (El Paso, TX: Editorial Mundo Hispano, 2012).

Para un estudio más amplio del don de lenguas, consulte esta fuente y vea también el libro de John MacArthur, Fuego extraño: El peligro de ofender al Espíritu Santo con adoración falsa (Nashville, TN: Grupo Nelson, 2014).